Sobre Cornelia
Esta es la historia detrás de la marca y estudio Cornelia
Hay casas especiales que marcan una vida entera. Mi infancia ha sido una fuente inagotable de belleza e inspiración. Crecí en una familia con un gusto exquisito por la artesanía y la decoración. Mis abuelos maternos eran de Sevilla y sus casas, tanto la de Madrid como la del campo, eran especiales. Las estancias estaban llenas de detalles que hoy reconozco como claves en mi forma de mirar: habitaciones totalmente combinadas, cada una con su nombre, paredes enteladas, jarrones pintados, papeles con motivos florales, butacas con el último detalle y acabado, muebles con historia, flores frescas y piezas únicas que hacían de sus casa algo más que un hogar.
Con mi madre compartí muchas tardes de anticuarios, tapiceros y tiendas de telas. Aquellos recorridos fueron auténticas lecciones de gusto, composición, textura y color.
Además, desde los ocho hasta los doce años, tuve la enorme suerte de recorrer Europa con mis padres. Organizaban unos viajes por los rincones más bonitos de Italia, Austria y Checoslovaquia, la cuna de la cultura latina, cristiana y europea. Visitamos con los mejores guías sus museos, iglesias, palacios, hoteles con encanto… De aquellos viajes recuerdo especialmente las tiendas pequeñas, llenas de papelería fina, recuerdos artesanales y objetos llenos de encanto.
Esos viajes, sumados a mi educación en un internado inglés —una mansión victoriana rodeada de jardines— forjaron en mí una sensibilidad particular. Viví rodeada de boiseries, tapices, bibliotecas antiguas y rituales llenos de estética. Allí, en medio de la campiña inglesa, terminé de enamorarme de una forma de vivir que celebra lo delicado, lo clásico, lo bien hecho y lo que perdura.
Cornelia nace de todo eso: de una mirada cultivada entre generaciones, de un gusto forjado entre Andalucía e Inglaterra, de un amor profundo por la ilustración, el diseño y los objetos que cuentan historias.
Hoy en Cornelia honro esa herencia, transformando recuerdos y belleza en piezas ilustradas para que acompañen a otras niñas en su infancia, con la misma emoción con la que yo viví aquellos primeros descubrimientos.